Debemos comprender las sutilezas de las políticas de empleo y sus consecuencias. Un aspecto fundamental a tener en cuenta es el efecto dispar, también conocido como impacto adverso. Se produce cuando una política de empleo aparentemente justa perjudica involuntariamente a un grupo concreto de empleados. Puede afectar a varios aspectos del empleo, como la contratación, los ascensos, los despidos y la remuneración.
Entender el efecto dispar no consiste sólo en seguir las normas, sino en crear un entorno en el que todos se sientan incluidos.
El efecto dispar, o impacto adverso, se produce cuando una práctica de empleo que parece justa perjudica a individuos de una clase protegida. Estas clases protegidas incluyen la raza, el sexo, la edad, la religión, la discapacidad y el origen nacional. Como profesionales de RRHH, es fundamental tener en cuenta a estos grupos a la hora de evaluar nuestras prácticas en organización.
Las clases protegidas son grupos de personas protegidas contra la discriminación por leyes federales y estatales.
Una práctica laboral neutra puede parecer justa pero afectar injustamente a determinados grupos. Por ejemplo, el requisito de que los solicitantes de empleo tengan un título universitario puede parecer razonable, pero si excluye de forma desproporcionada a algunos grupos protegidos, podría ser problemático.
Esto ocurre cuando una práctica supuestamente justa perjudica a un grupo más que a otros, lo que se traduce en menos oportunidades para ellos.
Los empresarios deben evitar prácticas que afecten desproporcionadamente a los grupos protegidos, a menos que puedan demostrar que dichas prácticas son necesarias para el trabajo. No abordar esta cuestión puede acarrear problemas legales.
Comprender el efecto dispar es vital para garantizar la equidad en el lugar de trabajo. Al reconocer cómo políticas aparentemente justas pueden perjudicar a determinados grupos, los profesionales de RRHH pueden trabajar para crear un entorno más inclusivo y equitativo para todos.